Me considero una persona empática con las demandas estudiantiles. Hace menos de una década (aunque, wow, cómo pasa el tiempo…) era aún parte de quienes movilizaban a la comunidad a reflexionar y actuar en relación a los problemas de la educación en Chile. En 1998, en la Universidad de Concepción fui parte del grupo que gestó aparentemente la primera (¿única?) toma de la Facultad de Ciencias, apoyando lo que me pareció que era una inteligente estrategia de presión sobre un gobierno universitario que sostenía lamentables situaciones de desigualdad entre carreras y que no se abría a dialogar sobre varias demandas muy justas.
Aquí cabe un pequeño paréntesis: Estando en la UCN resulta que una toma es algo simple. Como se trata de una especie de colegio grande con una portería, basta cerrar un par de puertas y la universidad está tomada. La Universidad de Concepción, en cambio, es un recinto abierto. Paralizarlo es una operación de las grandes, que avanza por tramos, partiendo por las aulas o por las unidades prestadoras de servicios, para continuar gradualmente con las sedes de cada carrera. El punto importante es que una toma en esa universidad requiere mucha gente. Personas que deben estar en la toma, otras que proveen suministros, otras que cumplen funciones de aseo, vigilancia, etc. Es una actividad que, dentro de su radicalidad, no camufla vacaciones. Además, por seguridad cada carrera no deja que en su edificio tomen el control personas externas, lo que hace que la toma mantenga una población abundante y representativa de estudiantes. Me cuentan, en contraste, que cuando el 2005 hubo una toma en la UCN, hacia el final permanecía en el lugar una treintena de cansad@s estudiantes, y que varias carreras sencillamente no tenían representantes en esa acción. Con la universidad inhabilitada y sin contar con espacios de reunión alternativos, para una gran parte de l@s estudiantes ese período no resultó ser más que un período de vacaciones adelantado.
Completando la digresión anterior, quiero comentar algo que observé siendo parte del movimiento estudiantil: La mística dura poco y no tod@s la tienen, ni siquiera al comienzo. Había mucha, pero mucha mucha gente que apoyaba las movilizaciones sólo para perder clases, por el carrete de la noche, o porque la adrenalina tenía las riendas de sus actos. Había gente que quería estar en una toma porque sus papás habían estado en una toma. Había niñas que andaban por el mino rico que hablaba bien, y niños que ahora sí que se iban a pescar a no sé quién. Mantener el foco en el problema que se estaba tratando de resolver era difícil, y conservar el grado de pureza de las decisiones, es decir, optar por aquello que más servía a lograr los fines del movimiento lo era más todavía. En instancias críticas conocí gente cobarde, que aunque movilizaron a carreras completas, luego estaban dispuestas a mentir por salvar su pellejo ante las autoridades. Conocí, en otro tono de vergüenza ajena, gente que sólo pensaba en cómo le iría en la universidad a fin de año y para quienes el movimiento no era más que una gran molestia organizada por un montón de drogos. El zoológico humano en toda su majestuosidad.
Matizando esta visión decepcionada, resulta que también pude codearme con personas que estaban dispuestas a dar toda su energía por alcanzar una solución que beneficiara a la comunidad completa. Hubo personas que se dieron cuenta de que éramos quienes estábamos tomando el rol histórico de continuar la labor iniciada en 1968 por estudiantes de todo el mundo y que en nuestro país había quedado interrumpida por la brutal represión de los ’70 y ’80. Hubo (quisiera decir hubimos) quienes tuvieron el talento de hacer que much@s académic@s recordaran que una vez habían estado en la calle protestando en lugar de en la oficina corrigiendo pruebas, de modo que inspiramos transversalmente a la comunidad universitaria en apoyo de nuestras demandas. La palabra “triestamental” estaba en boca de tod@s, pues era ridículo protestar sólo como estudiantes, siendo que había académicos y funcionarios no académicos que tenían tanto o más que decir respecto a algunos temas.
Sería muy ambicioso pretender opinar respecto al movimiento estudiantil nacional de hoy. En las escasas fuentes de información en que confío el tema se ha reportado poco y no he podido formarme una opinión general. Sobre el movimiento estudiantil en la UCN tengo algo más clara mi visión y me produce sensaciones encontradas. ¿En qué están? Presentaron un petitorio y dieron una fecha para la cual Rectoría debía presentar una respuesta a las demandas. Rectoría respondió con una carta que se puede leer en “UCN Adelante” (medio informal que, críticas a Antilef de por medio, resulta ser el único que se molestó en publicar la respuesta de Rectoría y no sólo las críticas a la respuesta). En esa respuesta leo que Rectoría ofrece dos veces, al comenzar y terminar la carta, iniciar un “proceso especial de diálogo” en relación a esas demandas. Además dice que espera constituir la mesa de trabajo “a la brevedad” y ofrece una base de documentación para comenzar el análisis en esa mesa.
Leyendo la respuesta, mi opinión es que concentra una destacable buena voluntad. Si yo presento una demanda y mi demandado me dice “O.K. sentémonos a conversar y démosle prioridad a esta conversación”, ¿qué más puedo esperar en el corto plazo? No creo que realistamente uno deba esperar una respuesta concreta en menos de una semana, pues estamos hablando de demandas cuya satisfacción requiere dinero. Ese dinero debe salir de alguna parte, y el trabajo de balancear todas las cuentas sencillamente no es tan rápido como uno quisiera. Es demagógico decir que se hará algo “ahora ya” para darse cuenta un mes más tarde de que financiar ese algo significará que la universidad pida un crédito o deba despedir gente. Una verdadera solución requiere tiempo y la participación de quienes tienen a su cargo no sólo el poder político de la universidad, sino quienes llevan las finanzas, quienes manejan los aspectos legales, etc. Mi experiencia, con nuestra pequeña y simple contabilidad como instituto de investigación astronómica, es que hay materias que se resuelven en escala de semanas aún cuando a mí como particular me demoran escasos minutos. El tiempo que llevo trabajando no ha hecho que me agrade el sistema, pero me ha hecho consciente de cómo funciona, y por lo tanto sé ajustar mis expectativas a lo que tengo claro que es posible.
La reacción a la carta, sin embargo, no fue buena. Sospecho que mucha gente para variar no la leyó sino que escuchó lo que alguien más le dijo. Su falta de difusión en los medios de comunicación informales tampoco ayuda. Por otra parte creo que otras personas que sí la leyeron pasaron por alto los únicos dos parrafos importantes de la carta, el del comienzo y el del final, saltando al resto del texto a ver si es que había alguna promesa. Como no la hay, entonces se sintieron ignorados. Decidieron llevar a cabo un paro, el cual me parece justificado para ganar el tiempo necesario para que las bases se informen y se tome una decisión que sea representativa de una comunidad estudiantil informada. Ir más allá en este momento me parecería desproporcionado, por lo cual no me entusiasman (ni creo en) las voces que piden toma. Una acción de fuerza no hace que las instituciones accedan más rápido a las peticiones ni menos todavía que, como el movimiento pide, esas instituciones se hagan aliadas del movimiento ante organismos más grandes como el CRUCH.
Este movimiento tiene también algunos aspectos buenos y originales. Uno importante es que se observa alguna memoria de las equivocaciones cometidas en movilizaciones pasadas. Fue un gran error en ocasiones anteriores confiar simplemente en la palabra de quienes hacen las negociaciones, tanto de uno como de otro lado. “Las palabras se las lleva el viento” era el dicho favorito de un compañero de universidad, aunque me gusta más “la palabra escrita perdura” como nos recuerda el acceso a la Biblioteca del Congreso en USA. Sorprende entonces que históricamente los movimientos hayan terminado con acuerdos que legalmente no tienen peso alguno. Me parece inteligente pedir un documento notarial como condición de cierre de cualquier mesa de negociación. También me parece correcta la actitud de algunas carreras que han declarado el paro como “evaluativo”, de modo que se tomará asistencia diaria y si la gente deja de ir entonces el paro se acaba. Eso es un indicador de la sinceridad del movimiento: durará mientras la comunidad participe.