El 8 de febrero de 2006 fui al primer día del Festival de Antofagasta. Es un espectáculo bien producido y con una buena selección de artistas. Para mayor mérito, es gratis, a pesar de su costo. Como referencia, en un diario local mencionaban que el presupuesto era de 150 millones de pesos, pero que el alcalde estaba solicitando 50 millones más de fondos municipales. Todavía más me impresionó que no hubiera una superabundancia de publicidad de empresas como suele ocurrir en estas actividades gratuitas. Estaba presente Dell en las proyecciones por computador, de manera que quedaba clarísimo a quién culpar cada vez que algo fallaba en las pantallas (oh, vamos, siendo justo, los errores fueron pocos, aunque tuvieron lugar en momentos cruciales, como cuando quisieron proyectar un video del alcalde presentando el evento), y la ubicua Coca Cola aportando banderas (de Coca Cola) y una lata inflable gigante (de Coca Cola). Supongo (espero) que además habrá puesto dinero. Es la presencia de este segundo auspiciador lo que me hizo chirridos mentales en una parte del espectáculo, pero luego vamos a eso. La noche partió con la presentación del grupo Sol y Lluvia, del cual, es necesario decirlo, no había escuchado nada hasta ese día; de hecho no me sonaba ni siquiera vagamente alguna de sus canciones, aunque varias me gustaron y algunas eran muy pegajosas (Chile no se rinde, caramba, etc.). Sin embargo cuando su actuación transitó por esa niñería de los ’80, ‘el que no salta es Pinochet’ sentí que el show hacía clunk en el fondo de un tarro vacío. O.K., vale, es una presentación para gente nostálgica. El problema es que la nostalgia por protestar contra Pinochet alimenta la ilusión de que no hay nada contra lo que protestar hoy. Aunque encuentro pueriles las protestas del tipo de ‘el que no salta es X’, pienso que poniendo en X nombres como Bush o Blair, o a l@s gerent@s de varias transnacionales, o en un plano más local a l@s gerent@s de algunas compañías mineras (o, para qué hacerse los lesos, a l@s gerent@s de Dell y Coca Cola), hubiera sido bastante más pertinente y nos hubiera mandado a la casa con un mensaje de ‘aún se necesita gente luchando’.
Luego vino el turno de Inti Illimani Histórico. El apellido ‘Histórico’ es importante hoy por razones legales. En 1997 puse en Internet uno de los primeros sitios sobre la obra de Inti Illimani, pero era en el fondo una manera de expresar mi admiración no sólo por la música sino por lo que veía como el temple ideológico del grupo. Se llamaba ‘El Árbol, las hojas de Inti Illimani’ y estuvo en línea por algunos años. Si no lo mantengo hoy fue más que nada porque perdí acceso al servidor donde se alojaba el material y había elementos clave (especialmente una base de datos) de los que no tenía respaldo. Creo que de haber podido mantenerlo de todos modos ahora estaría muy contrariado por la historia que han seguido los integrantes de Inti Illimani, en continuas disputas legales de unos integrantes versus otros por el uso de la ‘marca’ Inti Illimani. El resumen es que los ‘históricos’ (Horacio Durán, Horacio Salinas, José Seves y otros) parecen hacer una música de orientación más ‘izquierda antigua’ que la facción que dirige Jorge Coulon. Una pista elocuente es que el único tema nuevo de la noche (nuevo al menos para mí) fue del folklore venezolano. Venezuela. Chávez. Hmmm. El hecho es que su presentación en Antofagasta recorrió numerosos temas setenteros. Por lo que recuerdo de mi tiempo en ‘El Árbol’ varios de éstos eran añorados por much@s fans que no se explicaban por qué ya no los tocaban. Quizás la existencia de dos Intis no es tan terrible después de todo, pues al final resulta en que hay música para todos los gustos.
Hacia el final de su bloque el entusiasmo del público era tal que el grupo aceptó salir dos veces a cantar un poco más. En la segunda ocasión, y terminando su actuación, cantaron ‘El pueblo unido jamás será vencido’. Diez mil personas en el público y más o menos la misma cantidad de puños al aire. La masa humana era un cable eléctrico por el que pasaba una intensísima corriente. He sentido esto antes. Años atrás, en un recital llamado ‘Allende vive’ la gente parecía haber retrocedido 30 años en el tiempo y estar en pleno apogeo de la UP; en esa ocasión varias personas lloraban, se abrazaban, fue muy conmovedor. Pero algo no funcionaba esta vez. ¿Serían l@s adolescentes que una vez gritaban y otra se reían con expresión de ‘esto es una ñoñería cool’? ¿Serían los computadores, las pantallas tan siglo XXI burgués amplificando la canción archiproletaria por excelencia? ¿Sería la lata inflable, las banderas? Ah, claro, las banderas rojas. Había unas dos o tres del Partido Comunista. Todas las demás eran de Coca Cola.